Me tarde déjenme pensarlo bien, mmmmmmmm…
Si, ya lo sé casi 4 años (no me salgan con
supersticiones) en conseguir respuestas; a preguntas que jamás me hicieron, y
buscarle explicación a las cosas que no las tienen simplemente por la vaga
voluntad que tuve en estos años de locura y uno que otro ataque de cordura.
Voy a llamarte “AM” pues tuve el privilegio de recuperar
por un momento la memoria y que se me viniera a la mente, cuando te vi con un
cirio de “cera de abeja” y una túnica blanca con la cual juraría que te mirabas
como un “ángel”.
Como es poco el tiempo que me regalé, ya que muchas
veces malgasto lo relativo del tiempo en asuntos complicados para vivir, decidí
entonces… Salir a dar una vuelta ahí en la oscuridad de un licor de café.
Cuando te vi con aquel traje que por cierto ya no
era blanco, sino que de un color “azul con arena de playa blanca” me percate
que ha pasado demasiado tiempo; pues el tiempo no espera, y menos a un pedazo
de gente como yo. Si me aventuré a manchar por un momento mi conciencia no fue
para escaparme de la realidad inaudita que disfruto; al contrario fue para ver
si de una vez por todas lograbas entender que he preferido mantener ese toque
llamado “esencia” que en tiempos como estos harían reír quizá a la gran mayoría
de personas que conozco ya que es extraño disfrutar vivir en una realidad estúpidamente fantástica;
pues han preferido rendirse a los placeres de las masas y a la subjetividad con
que adoptan el capricho de sus modas.
Ahora siento decirte “AM” que distas mucho, mejor
dicho muchísimo; de aquella mujer con aquel cirio y aspecto angelical, no soy
yo el ser más perfecto para juzgarte, pero ¿A caso no es cierto que era
divertido poner en tela de duda las conductas de las que antes nos reíamos? Oh
mi amor (siempre quise decirte así) desde hace cuanto que no veía tus ojos café
color retablo, labios rojo dulce, piel clara con matiz a rayos de sol, y la vista
perdida entre la preocupación y la alegría.
Lloraré porque tenía demasiadas expectativas por ti, y
me sentaré quizá en una banca lo más adelante posible para que así quizá recuerdes
aquella silla sencilla barnizada magistralmente, en la cual tú te sentaba y
desde la cual tú me mirabas. Me arrodillaré y le pediré a Dios para que no me
haga llorar de nuevo enfrente de ti y quizá me pueda enviar aunque sea tarde aquella respuesta que siempre espere sobre lo que pensabas en realidad de mi (algo que no deje de pedirle desde que te conocí), si es que él quiere escucharme; pues estoy
ennegrecido similar al color ceniza de aquellos miércoles de las 6 de la tarde;
aunque me cueste creerle y tener fe pues esa forma extraña con la que me pinta
el destino me hace pensar que he sido condenado, a vivir con esta esencia que
precariamente ha logrado sobrevivir (y que no pienso dejarla morir).
Mi “AM” ya no eres la misma de ayer… Pero aun así
puedo decir que te seguiré queriendo; amor de mis años tardíos…
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