Estábamos hoy caminando por la
Calle de Tierra que tenía muchas torceduras que más parecían arrugas esas que
marcan el tiempo y que contarían cada dichoso paso que tuvieron a bien recibir
sin rechistar y adornarse únicamente con los bordes que habían a lo largo de su
trayecto. Esos bordes… Llenos de flores y arboles unos grandes y otros chicos
ese salvaje trayecto en el que íbamos y Yo ahí en solitario. No había mayor paz
que ese sonido silvestre de hojas que se exprimían y que engalanaban pedazos de
este camino viejo pero lleno de vida.
El Sol tímidamente se asomaba
y caminando vimos algo así como una explosión de colores que marcaba el cielo
con matices, entre rosas, violetas… Flores que un hábil astro pintaba entre las
nubes… Seguimos por las veredas y para
calmar mi sed vi a unos pocos pasos una pequeña cascada en la que corría
cristales y perlas, sin pensarlo dos veces bebí de ellos y sentí como si volvía
retomar fuerza.
Se acercaba mi hora y por un
momento pensé que no valía la pena seguir, al final parecía que no me
contestabas y te quedabas como si no estuvieras aquí. Te quería solamente para
que me acompañaras en este último trayecto de mi vida, y la Calle de Tierra al
ver mi aflicción me pregunto: ¿A quién buscas?
Me quede pensando un momento a
modo de decidir si decirle o no pero bien me dije, le diré y así fue como se
hizo mi amiga por un momento… Hablamos y como si fuéramos viejos conocidos, me
conto sus secretos, sus tristezas y sus alegrías. Fue tan amable conmigo, era
el primer hombre que se fijaba en ella y con voz algo picara me dijo que ojala ella
fuera mujer también… Se acercaba un trecho un poco más angosto con una especie
de inclinación que si no fuera por un viejo árbol seco que había ahí del cual
sostenerme, hubiera caído sin más… Ella sonrió y la vi cómo se curvo tanto que
el trecho recto en una curva se convirtió.
¿Cuándo estas alegre que haces?
Me preguntó con una voz más pausada… Reír, le conteste. ¿Y cuando estas triste?...
De pronto se apareció un Lirio Rojo recién cortado agonizando en medio del
camino, lo tome con mis manos y en sus últimos instantes me dijo: Déjame morir…
La tome con una delicadeza indescriptible y la puse sobre una roca… Seguí mi
camino y de pronto…
Llego el Sol de mediodía y ya
sin fuerza caí estrepitosamente, el viento me empujo pensé por un instante… No,
era que me di cuenta que solo íbamos Tú en mis pensamientos y Yo en mi soledad.
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