Te prometo que no cumpliré mis promesas, no soy eterno
mucho menos efímero, no veas lo físico porque parte de mi esencia se oculta en
cada hoja del libro delgado que escondía originalmente 86 rimas de las cuales
dos he comido y solo tengo 84; algo así parecido a una portada un tanto plagada
de dolor y romance, no aquel que te pintan los cuentos sino aquel que se ha
desangrado por algo que sentí real pero que no todo el mundo sabe.
Te prometo que me quedare escondido en aquel agujero
sagrado que esconde las sombras y que guarda piedras preciosas algo mal llamado
noche, porque para mí es mi luz y no es para nada una pesadilla, siempre la ame
como no tienes idea; porque solo ahí comprendía que hasta en la más profunda de
las obscuridades un cuarto de luna refugiaba los señuelos atrapantes de sueños que pescan al más indeciso de los mortales.
Te prometo entonces que te escribiré en los ojos una
historia de final desconocido, para distraerte y jugar mi mejor partida, que
enjugara tus ojos y que después de cada mañana te hará amanecer con legañas de
perlas que se convertirán en un collar que te abrazara el cuello y que veas que
sin maquillaje eres más preciosa que una mañana resplandeciente o que una tarde
agonizante; porque escondes tras esa piel la belleza de la melancolía.
Te prometo entonces que te dibujaré algo magnifico, con
mis manos pintaré el retrato en blanco y negro de tu silueta perfecta, y los
rasgos de tu rostro; para darles color con los oleos y el pastel que difumina
esta realidad en algo más parecido a un sueño que me ha tocado por azar; y
remarcaré entonces la tridimensionalidad con una caricia y un abrazo del cual
me apoderare para llevar siempre impregnado en mis manos tu ser.
Te prometo algo…
Que solo necesito una maceta de barro, un poco de imaginación…
Y tendrás un castillo también.
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